"En París, tengo un amigo serbio que es ciego", comienza Berger. "Se llama Efgen Bavcan, tiene cerca de sesenta años y es ciego desde los catorce. Tiene una gran pasión: la fotografía, el arte, y le pide siempre a sus amigos que lo acompañen a las muestras. Sabe muchísimo de arte y es capaz de hablar durante horas de las técnicas pictóricas de Renoir. Es un hombre increíble. En resumen, un día me pide que lo acompañe a una exposición de Georges de La Tour, que lo acerque a un cuadro que conocía y en el que aparece representado un ciego. Me pregunta a qué distancia estamos (alrededor de cuatro metros). Me pide que nos aproximemos y me pide también que le describa la cara del ciego pintado por De La Tour. Lo hago y me hace otra pregunta: «¿Tiene la cara sucia?» «No», respondo. E insiste: «¿Estás seguro? ¿No tiene la cara sucia? Sabes -agrega fastidiado-, todos piensan que los ciegos son sucios.» Después, de pronto, saca una máquina fotográfica y toma una foto. Entonces interviene un guardia del museo y se crea una situación surrealista en la que a un ciego se le impide que haga una foto que jamás podrá ver. Este amigo toma continuamente fotografías y para elegirlas las hace comentar por un grupo de niños. Miran juntos las pruebas, discuten, describen lo que ven sin prejuicios estéticos. ¿No es una hermosa manera de usar los ojos?"
john berger
sábado, 22 de diciembre de 2007
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