Ambas orillas subrayadas por la misma cifra. Camino a Paraná, la infancia de las nauseas y su desconstrucción, "Entre Diamante y Paraná": la caminata hacia el sur por las barrancas de Juan Laurentino Ortíz. Enfrente, la rivera saereana, sabiendo de la rotura leguleya que no admite gentilicio alguno ni folcklorismo. Río sin orillas entre banquinas y campo nuestro, valgan las paráfrasis. g r
Photographie: allí donde luego lo quieto despabila lo callado. NInguna garantía a la palabra, apenas su musitación en la traducción de los sentidos como rémora de olvidos en lo dicho y sus actos. g r
El agua de sus espejismos hollados. El margen de los postes en la lentitud de los horneros. Son desiertos de siesta que el corazón quita de los pueblos para que permanezcan a resguardo por lo silvestre. Como el tintinear de un carro lechero sobre la mañana. g r
El agua de sus espejismos hollados. El margen de los postes en la lentitud de los horneros. Son desiertos de siesta que el corazón quita de los pueblos para que permanezcan a resguardo por lo silvestre. Como el tintinear de un carro lechero sobre la mañana. g r
6 comentarios:
Ambas orillas subrayadas por la misma cifra. Camino a Paraná, la infancia de las nauseas y su desconstrucción, "Entre Diamante y Paraná": la caminata hacia el sur por las barrancas de Juan Laurentino Ortíz. Enfrente, la rivera saereana, sabiendo de la rotura leguleya que no admite gentilicio alguno ni folcklorismo. Río sin orillas entre banquinas y campo nuestro, valgan las paráfrasis. g r
Photographie: allí donde luego lo quieto despabila lo callado. NInguna garantía a la palabra, apenas su musitación en la traducción de los sentidos como rémora de olvidos en lo dicho y sus actos. g r
El agua de sus espejismos hollados.
El margen de los postes en la lentitud de los horneros.
Son desiertos de siesta que el corazón quita de los pueblos para que permanezcan a resguardo por lo silvestre. Como el tintinear de un carro lechero sobre la mañana.
g r
El agua de sus espejismos hollados.
El margen de los postes en la lentitud de los horneros.
Son desiertos de siesta que el corazón quita de los pueblos para que permanezcan a resguardo por lo silvestre. Como el tintinear de un carro lechero sobre la mañana.
g r
¿LLevan la luz?
¿Su apenas hierba de rayos domesticados?
No, su ripio no es testigo de las "mariposas de alfalfa".
Su corazón de tierra que confía en la lluvia.
La ensenada la arcilla lo detenido en la llanura de las colinas.
Marasmos de lo sido.
Desaliño de los vientos...de postes sin horneros...escollo del paisaje...tus recuerdos...
besos y grappa
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